La música congelada

Por: Raquel López de Sebastián.

La música y la arquitectura, aparentemente, son dos disciplinas opuestas: una se compone de sonidos, invisibles e inmateriales, la otra maneja pura materia, elementos tangibles y perfectamente visibles. No obstante, la música y la arquitectura están relacionadas, pues ambas crean ámbitos a partir de la composición de diversos elementos, utilizan patrones, ritmos y, disponen los elementos secundarios, ornamentales en torno a una base estructural y en ambas la armonía es un componente esencial.  De hecho, la colaboración entre música y arquitectura ha llegado a dar resultados muy interesantes, como el trabajo de Le Corbusier y Xenakis.

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Pero ¿Y si hablamos de una relación todavía más estrecha entre lo tangible y lo intangible, entre la geometría, las texturas, los colores, y los sonidos musicales?  Hablamos de la sinestesia, es decir, de la capacidad que tienen algunas personas de “ver”, e incluso, en ocasiones, “oler” las notas musicales, asociando a los sonidos sensaciones visuales y táctiles.

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El pasado 21 de mayo se ofreció al público en el COAM, dentro del ciclo Cine y Arquitectura, la proyección de la película Fantasía. En esta maravillosa película Walt Disney se esfuerza por que “veamos” la música; en la pantalla están representadas con imágenes diversas piezas musicales, todas ellas composiciones de renombre en la historia de la música; cada pieza lleva asociado un tema, una atmósfera, unas gamas de colores, unos escenarios y personajes, un ritmo visual. Incluso, en un momento determinado, se hace un ejercicio verdaderamente sinestésico, al asociar, en el interludio de la “banda sonora”, los distintos timbres de los instrumentos con equivalentes gamas de formas y colores.

La bella asociación entre lo visible y lo audible que lleva a cabo esta película nos dio la idea de realizar un experimento sinestésico con nuestro público infantil: ¿cómo representaríais la música que estás escuchando sobre un papel, utilizando distintos colores y texturas?

 

Se les ofreció a los participantes una breve explicación que relacionaba colores , formas y texturas con notas musicales ( ¿por qué no una escala musical “arco iris” de siete colores, u otra en la que cada nota esté “fabricada” de un material diferente?); en la explicación se mostraban también algunos ejemplos de partituras musicales no convencionales, basadas en formas, tipos de líneas y colores; después se dividió al público infantil por equipos y se encargó a cada equipo la elaboración de un “compás”.

 

Y así, los participantes, mientras escuchaban la pieza musical escogida (Concierto para arpa, flauta y orquesta de W. A. Mozart), se esforzaron por representar esa música sobre la mesa de trabajo, recubierta de papel de dibujo.

 

Como veis, el trabajo los mantuvo absortos durante largo tiempo, y dio como resultados asociaciones sorprendentes.

 

Finalmente, los compases se unieron para formar un edificio que representara la composición musical completa.

 

También, se realizó otro taller para niños más mayores, inspirado en la obra de Xenakis y sus edificios con estructura de paraboloides.

 

El ejercicio consistió en realizar paraboloides de origami y disponerlos sobre una cuerda formando una estructura.

 

¡Hubo quien aprovechó para hacer travesuras con los elementos!

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Y, como de costumbre, hubo un taller para los más peques del grupo, con un divertido ejercicio: dibujar al ritmo de «El vuelo del moscardón», de Rimsky-Korsakov. El ejercicio era sencillo, pero ¡no tan fácil!. Consistió en mantener el lápiz pegado al papel durante toda la pieza musical, tratando de seguir el curso rápido y sinuoso de la música. Al finalizar, se invitó a los niños a completar el dibujo, rellenando con colores los espacios entre líneas, o completando con imágenes nuevas. ¡Como siempre, ellos supieron sacar buen partido del ejercicio!

 

En la proyección de cine, además de la película Fantasía, se ofreció el excelente documental “La música callada”, sobre arquitectura y urbanismo en Andalucía, una visión que busca ayudar a los ciudadanos a mirar la arquitectura contemporánea y a mostrar algunas de las mejores obras de los arquitectos andaluces.

Como dijo Schopenhauer “la arquitectura es música congelada”. Tal vez la música sea una arquitectura invisible, que se construye en nuestra mente cada vez que escuchamos una pieza musical.

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